martes, 3 de julio de 2012

Gurise

      Si supiera el pendejo lo feliz que me hizo aquella tarde... Bah, lo que se dice feliz, tampoco para tanto, pero alguna que otra carcajada me arrancó, tengo que admitirlo. Y eso que yo estaba con la térmica que en cualquier momento me saltaba y ahí sí que cagaban fuego todos. Porque la vena que tenía... Pero bueh, linda manera de sacarme toda la mufa que traía encima. Toda la mierda masticada. Si no me fui de manos con nadie aquella tarde fue gracias al pendejo. Y seguro que ni se dio cuenta el mocoso. Si no es más que un pendejo. Apenas si le están empezando a salir dos o tres pelos locos en la pera que dan lástima. Una tristeza de barba. Un pendejo con todas las letras. Pero que las tiene bien puestas, eso sí. El único que no baja la mirada cuando me ve venir por los pasillos. El único que me saluda con un, "¡Eh! ¡Buenas Tardes, Don!" y ese gestito insolente con la mano. Y el único barrilete capaz de seguir así, absorto en su delirio adolescente hablando de  culos y tetas y Tinelli sin darse cuenta del esfuerzo inhumano que estoy haciendo por seguirle el hilo y no pensar en las ganas que tengo de ir a cagarlos a todos y a cada uno de ellos bien a trompadas, hasta que no les quede ganas de salir a boquear nunca más en su puta vida, manga de re mil cagones...y de ahí, directo a guardar. Porque ya me la tienen jurada en la 48. Que no hay Gauchito ni SanLa ni tu vieja que te salven la próxima, me dijeron. Y, si están todos entongados con la gorra, manga de caretas. Lo pienso y me hierve la sangre, la concha de su madre. Y encima tengo que bancarme a la otra loca pidiéndome que me quede en el molde, que guardado no sirvo de nada, que, que, que. Como si no lo supiera. Al plato me tiene los huevos, al plato. Siempre limándome la cabeza, siempre con reclamos. Pero es tan linda la guacha...
Pero buen, dale pendejo, vos seguí hablando que yo te escucho, vos seguí, que vas a llegar lejos...

lunes, 2 de julio de 2012

Haciendo equilibrio en un punto arquimédico

Y entonces, una vez más, en el eje de las simultaneidades...

Inés va y viene. Cada día más linda, cada día más lejos.
Se deja peinar, se deja pintar las uñas, se deja bañar.
Se deja.
La dejan.
Las manos le tiemblan, ya no recuerdan.
Cómo amasaban, cómo hilvanaban, cómo escribían.

Martín finalmente se fue. Tanto jodía con que se iba a ir, y yo que no le creía.
Y se fue nomas. Dejando más de lo que consigo llevó.
El famoso borrón y cuenta nueva.
Sin pensarlo dos veces, cruzó el charco.
No sea cosa que lo fueran a buscar.
Ahora camina las calles del pueblo, haciéndolas suyas a cada paso.

El Venezolá cruza la frontera, por Formosa, ilegal.
De Fronterizo Clorinda a Puerto Falcon, hace rato ya no tiene nación.
Está pasado, drogado, limado.
Ido.
Se desnuda, corre, escupe, grita.
Grita y casi que puedo escucharlo, pana querido, desde el sur del mundo.
Lo veo: Treparse a los árboles, darle una paliza, huir.
Lo veo: Dormir (acurrucado). Despertarse. Llorar.
Está solo.

María piensa, una y otra vez:
No sabe si mandarlo al carajo, si pedirle perdón, o si perdonarlo ella también. 
No sabe si vale la pena. No sabe qué vale la pena.
Mientras tanto, en una pared de Villa Pueyrredón: 
"Quiero extrañarte (¡Andate! ¡Andate!)"


sábado, 19 de febrero de 2011

Carta


¡Ay, Horacio! Si supieras la parva de cosas que tengo por contarte, imagínate que ya no me alcanzan los dedos de las manos, ni de los pies, ni siquiera pidiéndole una tercera mano a la Mabel bastaría para contabilizar apropiadamente el sinfín de cosas que tengo para decirte, pero bueno, da igual, puesto que son tantas que ya ni recuerdo, mi memoria nunca fue algo de lo que pudiera jactarme, por eso mismo es que siempre llevo una pluma en mi bolso, para que ningún ataque fugaz de lucidez me tome desprevenida: ni bien se me viene algún recuerdo a la mente, ¡Zas! Tomo mi pluma y lo anoto en un billete de colectivo. Antes solía emplear directamente la palma de la mano, pero ya sabes, no está bien visto que una mujer como yo ande por la vida con las manos en prosa justificada, sin contar con el hecho de que el transcurrir del día, y el manipuleo habitual, y las tareas del hogar, y la sudoración, y tantas otras cosas… Antes de que pudiera percatarme las líneas comenzaban a enredaderse entre sí, a borronearse -un verdadero mamarracho- y luego me volvía loca intentando descifrar qué habría querido decir en tal o cual frase. Afortunadamente los billetes de colectivo llevan impresa la fecha del viaje, para que llegado el momento pueda reestablecer un mínimo orden cronológico, ya que creo fervientemente las cosas deben ser contadas en su debido orden, de lo contrario todo el asunto perdería su encanto, su verosimilitud, su aroma a tostada con dulce de leche por las mañanas y su crujir de hojas sobre las baldosas amarillas que tanto me gustan camino al mercado de Don Fermín.
El punto es que, bueno, tú sabes como soy, siempre me repetías que tengo la peculiar virtud de transformar cualquier suceso insulso de mi cotidianeidad en todo un acontecimiento. Con esto no quiero insinuar que restaras importancia a las peripecias de mi vida diaria ni mucho menos, sino únicamente hacerte comprender, que a esta altura, y dadas las circunstancias, mi cartera se ha transformado prácticamente en un mar de billetes de colectivo: algunos nuevos, otros viejos y arrugados, a veces a punto de romperse, los más antiguos al borde de la pulverización, un par con restos de tinta o labial... La cuestión es que ahora debo tener extremo cuidado al sacar mi pulóver o el monedero, para evitar perder alguno, sino podría ocurrir que se extraviara para siempre, o, peor aún, cayera en otras manos, y entonces un perfecto desconocido estaría al tanto de cuánto gustó a la Mabel el budín que le horneé para su aniversario, o cómo finalmente logré que prendieran aquellos gajos de malvón que nos trajo tu madre en su última visita. Además de que, bueno, el monedero en sí-ése azul que me regalaste para mi último cumpleaños- nunca cerró muy bien, y si hay algo que detesto es la imagen congelada de las monedas volando por los aires previo a precipitarse en la vereda con el estruendo correspondiente, y rodar en todas las direcciones de los puntos cardinales, para finalmente zambullirse en el arroyo al costado del cordón, ¡Con lo difícil que es conseguirlas hoy por hoy! Y con lo necesarias que son para trasladarse en el transporte público, no quiero imaginar sino el dolor de cabeza que supondría conseguir la cantidad de billetes de colectivo suficientes como para escribir la infinidad de cosas que tengo para contarte.
Debo admitir que esto de comunicarnos por carta se me hace extraño, no estoy acostumbrada a la conversación unilateral. Y menos aún a tu lejanía. A veces imagino que estás enfrente de mí, tomando un café, y así se me hace más llevadero. Escribo todo lo que se me viene a la mente, así tal cual te lo diría, y es casi como si estuviéramos en la galería de casa, conversando.
En fin, te extraño. No entiendo como es que aún no tengo noticia tuya. Probablemente tenga razón la Mabel, ella dice que los hombres jamás se percatan de nuestras sutiles indirectas, como los nueve recados que te dejé por medio de la señora Susana. Y yo que creí, ingenuamente, éstos te habrían dado pauta de mi profundo interés por oír novedades de tu persona. Ni hablar de las tres cartas que te escribí. ¡Y la postal del Obelisco! Además estoy segura de que las has recibido, de modo contrario el cartero me las habría devuelto.
    Te confieso, he tomado la costumbre de leer los obituarios todas las mañanas, no sea cosa que en una de esas -Dios no quiera- pero en una de esas… y yo no me entere…  pero bueno, evidentemente No, estás bien, -gracias a Dios, que hasta ahora no quiso- porque las malas noticias viajan rápido, y hasta aquí no ha viajado más que esa única primera y última postal que me enviaste, diciéndome que llegaste bien, que todos muy amables y que el clima es agradable. Muy linda por cierto la vista de la Rambla, por un momento pude visualizarte allí, en plena caminata matutina, fumando un cigarro, escuchando el hipnótico romper de las olas una y otra vez contra la orilla. De todos modos no me basta con imaginarte, realmente me gustaría que fueras Tú quien me cuente. Supongo que tendré que aprender a ser paciente. Probablemente estés abarrotado de trabajo, al fin y al cabo a eso has ido, ¡A veces soy tan injusta contigo! Pero perdóname, perdóname y compréndeme, que para mí también es difícil.
    En fin, me estoy quedando sin tinta otra vez y aún no he podido escribir ni una de todas las cosas quería decirte, quedarán para una próxima carta, supongo.
Te echo de menos, escríbeme.

R.

domingo, 5 de julio de 2009

Me aliviaba el creer que nada había vístose roto en aquella oportunidad,
Y que a veces la ternura no es sino un sentimiento de pena,
aunque más dulce...
Pero algo sí se rompió.
Sólo que no supe verlo a tiempo.
Y ahora que el aire comienza a entibiarse,
La lágrima ya no cae.
Saboreamos el silencio…
Muy de vez en cuando, arañamos nuestro interior,
Lentamente quitamos la cáscara a nuestras cicatrices,
¡Cuánto daría por volver atrás!
-Repite una y otra vez-
Liberar todas aquellas palabras que nunca dije ,
las mismas que ahora me duelen por dentro…
Pero no se puede.
-No se puede-
Y nada tiene sentido.
¡Y es que tantas veces pocas cosas tienen sentido!
Su ser no tiene sentido. Por eso se desmorona.
Y entonces, ¿Qué hacemos?
Con tanta palabra que no dijimos,
Con todo aquello que supimos imaginar y no fue, y ya no será
Me clavó su mirada fría y en la cantina me leyó el alma...
Luego pronunció la sentencia que yo hace rato,
-No tanto-
Había descubierto por mi misma.
Y es que sinceramente no sé cuando fue que comencé a vivir en la nostalgia.
Me hace preguntas que no puedo contestar...
Y ahora ves, ¿Te das cuenta?
Si al final la vida no es más que una incesante máquina de desencantos.
Supongo que nos gusta sufrir.
Me clavaste tu mirada azul invierno y me preguntaste despacio,
Eligiendo cuidadosamente cada palabra…
Me hacés preguntas que no puedo responder.
¿Y las palabras? ¿Y lo que no fue?
Qué cíclico y enfermizo,
Vicioso, estúpido, absurdo,
Inevitable
Que duele y cuando ya no tanto duele,
Duele el que deje de doler,
Inconformistas sin remedio.
Hasta que algún día ya no duele más.
Y es precisamente ahí cuando nos damos cuenta.
Que algo sí se rompió.
(Sólo que no supimos verlo a tiempo)

lunes, 8 de junio de 2009

nada,
quiero decir,
eso,
Nada.
Me han robado
las palabras,
Han partido llevándose las,
Ni siquiera han tenido la consideración de dejarme,
al menos,
Una palabra
de alivio,
de consuelo,
Una Palabra.
ni una,
Nada.

domingo, 7 de junio de 2009

De la física anatómica emocional que nunca nos enseñaron en el colegio

O acerca de lo que alguien supo alguna vez bien llamar "la lenta máquina del desamor".

"¿Que por qué nos caemos? Para aprender a levantarnos..."

En ciertas ocasiones, usualmente coincidentes con el Plenilunio, (lo cual resulta curioso e increíble a la vez, aunque no por ello menos cierto, al punto tal de hacernos considerar la posibilidad de que dicho fenómeno, lejos de ser un mero capricho de las constelaciones danzantes en la bóveda celeste, cuente con sólidos fundamentos aún no establecidos de carácter astrológico ancestral), aquello que hasta el momento creímos era nuestro Cable a tierra, sufre una inexplicable metamorfosis involutiva, adoptando peculiar morfología de peligrosa arma de fuego, a como ser un rifle, o un máuser, o un fusil. Da igual. El punto es que, olvidando evidentemente su función original, con siniestro cálculo y frialdad, nuestro alguna vez tan querido Cable a Tierra procede a apuntar sin pudor hacia nuestras integridades, disparando directo al hemisferio superior izquierdo de nuestros volúmenes corpóreos, donde, como es bien sabido, se aloja cierto tejido muscular latente de considerable fragilidad, suceptible a las colisiones. Dándose por sobreentendido el hecho de que este tejido de incalculable valor se encuentra profundamente arraigado a nuestras corporeidades, es impensable evaluar la posibilidad de una huída de emergencia por parte de su persona. De modo que, viéndose a sí mismo expuesto, desamparado, librado a la merced de nuestro ahora poseído por las fuerzas del mal endemoniado Cable a tierra, y, por sobre todo, desprovisto de mecanismo alguno de defensa, procede ante el impacto a reventar, desintegrándose en billonésimas de partes de fragmentos de átomos de tibio tejido muscular latente, que fortuita ráfaga de viento se dedica a distribuir libremente por el Cosmos.

Nuestras corporeidades, por una fracción de microsegundo anestesiadas, experimentan en ese instante una incomprensible sensación de liviandad, producto, claro está, del súbito vaciamiento de sus interioridades. Ajenas al frío, calor, sueño, hambre. Dolor. Sólo por una fracción de microsegundo, claro está. Luego es el derrumbe, la devastación, el ahogo y los platos rotos. Una vorágine de sentimientos que arremete contra nuestras corporeidades arrasando con todo a su paso.

Cuando el temporal finalmente cesa, y gracias a ciertas leyes aun no identificadas de la metafísica electromagnética antiexpansiva, las billonésimas de partes de fragmentos de tejido muscular latente comienzan a desandar azaroso recorrido, reencontrándose nuevamente en el punto de partida, prestas a iniciar reconstrucción edificante de añorada totalidad que alguna vez supieron conjuntamente conformar. Procurando afianzar con mayor eficacia los cimientos, a fin de prevenir nueva posible debacle, evitando cometer abusos en lo que al reforzamiento estructural de dicho volumen concierne, ya que esto podría traducirse en un excesivo endurecimiento de la coraza protectora del desventurado tejido muscular latente, fenómeno que le generaría una notable dificultad para desarrollar con normalidad su característica rítmica de latido vital, obstruyendo o hasta llegando a impedir en algunos casos el ingreso de nuevas sensaciones al volumen.

De todas formas, como ha sido confirmado por los más eximios estadistas en la materia, es básicamente imposible e impensable el levantamiento de semejante idílica obra arquitectónica carente de debilidades. Queremos decir con esto, siempre queda alguna grieta en algún lugar, oculta entre dos o tres partes de fragmentos de tejido muscular latente, que con rebeldía se niegan a fusionarse en unión sacra, dejando ínfima abertura, prácticamente imperceptible, pero innegable. Basta con que alguna ventolina, brisa, partícula, o simple y aparentemente inofensiva memoria ose traspasar dicho orificio, introduciéndose en lo que podríamos identificar como el corazón del tejido muscular latente, provocándole indefectiblemente un leve cosquilleo, para que dicho estímulo genere impulso que enviado sin demora alerte al sistema nervioso del individuo, alcanzando en cuestión de microsegundos su centro operativo, quien dará entonces señal de emergencia y estado de sitio a su íntegra corporeidad. Pero será demasiado tarde, y antes que los conductos transmisores lacrimógenos puedan ser hermeticamente bloqueados, una lágrima se deslizará por la fría mejilla del individuo, lo cual será un alivio para el susodicho, cuando finalmente logre comprender que esa pequeña molécula acuosa no es otra cosa que una reafirmación de la continuidad de su condición humana.

lunes, 27 de abril de 2009

Del síndrome de ansiedad, o acerca del pensamiento mágico a la inversa

Muy de vez en cuando pareciera como si los astros pusiéranse de acuerdo y alineáranse y Sí, no queda otra, sino cómo explicar el tibio vapor escapando de la pava que algún cercano anónimo abandonó a punto caramelo justo en mi trayecto culinario matutino, lo cual implica dos cucharadas de café y media de azúcar y ya estamos listos para afrontar la desafiante tarea de despertar a la insomne que supo usurpar mi integridad hace ¿Cuánto? ¡Tanto! Tiempo que dejé de llevar la cuenta… Luego fue cuestión de sentarse y llevar a cabo la obligada ineludible llamada telefónica anticipando aquel No de respuesta que por una puta bendita vez en la vida resultó ser un Sí -cosa de no creer- y entonces todo se redujo en un abrir y cerrar de ojos a la sencilla ecuación de salir corriendo a la velocidad del cuadrado inverso, disminuir los cinco pisos que se interponen entre mi integridad y el común denominador realidad, y multiplicar baldosas a ritmo creciente exponencial pensando a la vez en la boca del subte y la hora pico y el sudor otoñal que es algo así como menos húmedo que el veraniego pero más salado que el primaveral aunque menos intenso, cuando un colectivo evidentemente interpuesto por gracia y voluntad de los cuerpos celestes en el camino que separa a mi integridad de las fauces de la pesadilla subterránea, salvome de toda aquella odisea porteña y recién ahora puedo afirmar que estoy en carrera rumbo a mi mentalmente establecida meta de la fecha, nunca tanta ansiedad por llegar a las inmediaciones Constitucionales pero bueno no es apropiado, podría considerárselo hasta casi políticamente incorrecto, anticiparse a las circunstancias por lo que habré de limitarme a tapar mi lapicera con su respectivo capuchón, guardar el cuaderno en el morral y abrir unos tres o cuatro centímetros la ventanilla para permitir que una reconfortante ráfaga de viento me dé de lleno en la cara procurando claro está no incordiar o importunar a algún viajero con escaso estóc de tolerancia, ya que podría fastidiarse y realmente debo admitir que el susodicho tendría razón porque ese cartel, ese maldito increpante cartel con su dedo acusador que me dice que No, y Yo que de todas maneras decido ignorarlo, ¡Ah! ¡Osada transeúnte rebelde sin causa! ¡Quién pudiera comprender tus razones! Y es que no me puedo contener además siempre padecí de cierta aprehensión a la prolongada permanencia en cubículos de extensión reducida, aunque por otra parte jamás podría soportar cargar con la culpa de ser la responsable de otra integridad más circulando por las calles de Buenos Aires con una neumonía de grado tres, tosiendo y moqueando su desgracia en plena avenida, ¡Pobre integridad! Me aflige el solo pensarlo, se me frunce el entrecejo y hasta puedo sentir mi corazón estrujándose de amargura ante tan terrible imagen… Pero bueno por suerte el bondi está vacío así que las probabilidades de que aquello suceda se reducen a cifras infinitamente sexagesimales, y a esta instancia creo un deber el confesar que jamás fui descollante en lo que concierne al túrbido terreno de las matemáticas pero es preciso reconocer, qué bien y qué importante y qué inteligente se siente uno pronunciando estos términos tan, tan elaborados, o porqué no también, mandando a aquel individuo que fue tan descaradamente desagradable con nuestras integridades a irse al logaritmo del paralelepípedo que lo recuadratizó… En fin, como dije antes debo dejar de escribir no sea cosa que los astros crean que peco de soberbia y se transformen en musaraña de vuelta. Aparte la ciudad despierta, alcanza el apogeo de su musicalidad y mientras la gente que marcha en un dos por tres y el bondi que avanza a lo tres por cuatro, -¿O es que en realidad Tacuarí está retrocediendo, en un fenómeno de carácter sobrenatural sin precedentes?-, como decía, mientras todo este caos que orbita a mi alrededor Es, yo ya puedo percibir con gusto la maquinaria del microcentro en la cercanía latente, y algo más allá Constitución que pulsa y expulsa al ritmo de mis venas. Agradecemos entonces a los astros que muy de vez en cuando dan muestras de su faceta amigable, y nos libramos a su merced.

sábado, 25 de abril de 2009

Irreversible

Volvé.
Despertate, levantate.
Elevate.
Que el viento no acaricie tu rostro.
Que el viento no te despeine.
Que el viento no te arañe la piel.
Subí. Volvé.
No mires hacia abajo.
Cerrá esa ventana.
Vení, volvé a la cama.
Que afuera hace frío, y el cemento es azul.
El frío también lo es.
Vení, volvé.
Y no abras esa ventana,
Por favor no abras esa ventana.

domingo, 12 de abril de 2009

De la Catarsis

Estática y filosa recortábase su sombra del piso de azulejos rojos. En la cocina, de pie, inmóvil, a contraluz. Temblaba. Con cada centímetro de su cuerpo crispado por la rabia. Las pupilas dilatadas, los puños apretados y un nudo en la garganta. El pecho henchíasele de bronca en cada inspiración. Cada bocanada de aire era una ráfaga ardiente quemándola por dentro. Desprecio, cólera, resentimiento e incredulidad emanaban de su mirada. Una vorágine de sentimientos que le brotaba por los poros recorriendo su integridad de punta a punta, erizándole la piel. Dentro de sí, a la altura del estómago, comenzaba a engendrarse una masa amorfa, latente. Crecía rapidamente, con pulso definido, consistencia en aumento. Sigilosamente avanzando, apoderándose a su paso de cada rincón disponible. Cuando ya no le resultaba posible continuar expandiéndose, empezó a subir. A escalar. Estaba llegando. La sentía venir. Separó los labios, lista para la expulsión. Fracasó en el intento de emitir sonido alguno. Atascamiento. Cerró los ojos e ignorando las -cada vez mayores- oleadas de nauseas que comenzaban invadirla, finalmente pudo. Escupió dos palabras, cargadas con todo el veneno, la ira, sus verdades, su rencor. Todos sus reproches concentrados en dos palabras. Y entonces, sintiéndose tanto realizada cómo completamente vacía a la vez, se desplomó y, acurrucada sobre el frío suelo de azulejos rojos, lloró.

viernes, 10 de abril de 2009

Me gusta cuando el sol quema al mediodía y yo estoy debajo del sol y camino por una calle de adoquines y hace tanto calor que hasta las sombras de las copas de los árboles comienzan a derretirse se funden entre sí se deslizan por entre las ramas y van salpicando la vereda formando charcos luminosos a su alrededor que no piso el borde de las baldosas refugio del musgo que crece y asoma y sin temor a resbalar pienso hace tanto tiempo ya de la última vez que fue también la vez primera en que estos escalones y el recuerdo del otoño de su aroma y del frío y tu bufanda roja un colchón de hojas secas bajo nuestro caminar que la brisa del viento acompañaba al compás y dejando atrás el cemento me sumerjo ahora en un camino de tierra porque tanto peregrinaje tanta travesía trayecto paisaje recorrido tanta odisea periplo y traslado para finalmente llegar al agua al río al descampado donde se pudren los autos quemados robados sin puertas ni asientos en silencio y sin prisa con moho y verdín.

jueves, 5 de febrero de 2009

entonces acá estoy yo mirándome a mí misma
el papel es mi espejo escribo
todo lo que pienso lo que se me viene a la mente sin sentido sin orden sin puntos ni comas
sin gramática sintaxis
sin volver atrás
escribo para conocerme para entenderme me pongo a prueba
escribiendo intento descubrir si realmente soy las palabras que salen de mi boca
ese discurso que harto han escuchado mis oídos y
con las palabras dibujo también voy dibujando mi
camino delineándolo como el contorno de la palma de la mano y
siguiendo las líneas con la mirada voy y vuelvo y me enriedo yo también y me pierdo dando vueltas en la espiral que no es no hay
y me quiero y no me quiero por momentos me entiendo y me vuelvo a querer un poco más
creo que nadie me conoce en realidad creo
que la que no me conoce soy yo
y me doy cuenta que a veces soy volviendo y vivo en el pasado me gusta
pero al mismo tiempo no porque mi pensamiento esta en el pendiente presente lejano no tanto porvenir
pero si todavía no existe entonces cómo que se yo no sé
pero estoy corriendo al final otra vez siempre corriendo para alcanzarlo al tren
y ni siquiera sé por qué no sé
si es el eso en sí o el no acá o el sí allá y sigo corriendo
en círculos porque llego a las mismas conclusiones que alguna vez llegué
y entonces ante mis ojos esas conclusiones vuelven a transformarse en preguntas interrogantes
mis certezas y mis dudas son la misma hija de otra madre y cómo no caer en la redundancia
en la monotonía cómo no en la rutina en la homogeneidad en la invariabilidad en la inercia
si mi hacer no es más que
no son más que variaciones sobre mi propio único mismo ser si
yo tambien soy hija de mis certezas y mis dudas
y si no pierdo la costumbre de tan seguido perder el hilo de mi razonamiento y buscándolo desando camino y llego al principio la punta la hilacha y es cuestión de volver a empezar avanzar tropezar y girar y dejarse caer.

martes, 3 de febrero de 2009

De expectativas y desengaños, o sucesos irrelevantes que pudieran llegar a acontecer en una noche de insomnio..

Recién cae en la cuenta de que todo fue tan sólo un falso espectáculo montado por sí misma como medio de justificación para su prolongada e infructífera espera a las 2 y 47 de la madrugada, momento exacto en que el inesperado sonido del teléfono interrumpe avallasador sus meditaciones baratas de medianoche. Y es que todo acto heroico, por más pequeño que sea, merece una respuesta. Sí señor. O al menos así debiera ser. En ese preciso instante al carajo se van su paz interior, el mate, los clasificados, las cartas de presentación, el lamento de Gabo Ferro y La Maga que hace rato ya que duerme a su lado hecha un ovillo sobre la silla a cuadros. El corazón se le sale literalmente por la boca, pero de forma tan fugaz que resulta imperceptible ante los oculares del testigo inexistente. Entonces se pregunta si es, si sería, si será, y sin pensarlo dos veces atiende, dice hola e inmediatamente corta, impidiendo a su interlocutor en potencia toda posibilidad de respuesta. Si será Cagona.
Por unos breves pero interminables segundos todo queda sumido en absoluto silencio. No llegan a despertarse las ciento noventa y tres voces interiores que habitan su cabeza para emitir como de costumbre despiada opinión sobre su accionar, intempestiva, desordenada y ferozmente, cuando el aparato diabólico comienza a sonar. Otra vez. Y lo mira. Y suena. Y lo mira. Y suena. Y lo mira, y continua mirándolo como si fuera bicho raro. La escena podría así prolongarse durante horas , consiguiendo elevar los niveles adrenalínicos de nuestro previamente mencionado testigo inexistente a desconocidos niveles jamás siquiera sospechados. Pero no.
Atiende.

Y entonces, a continuación, la frustración hecha llamada telefónica.

-Hola, si, está Carlos?
-Eh?
-Carlos!
-Ah. No. Equivocado.

-clic.-

Puta madre.


Mientras tanto los noticieros hablan. Dicen que en Río Cuarto hay alerta meteorológica, granizo y corte de luz generalizado.
Y Ella piensa. Que mientras algunos se sumergen y nadan momentáneamente en una oscuridad figurativa, Él estira los brazos y tantea la Nada buscando la caja de fosforos salvadora. Que está llena de fosforos. Usados. Obvio. Mejor. Si pusiera las manos en fuego se quema, seguro.

lunes, 12 de enero de 2009

Premonición. (O acerca de lo que pudiera llegar a acontecer en el eje de las simultaneidades. O no.)

Un martes 13 de algún enero en el barrio de Retiro.

Está en la terminal, está en el andén. (Por un último instante).
Con la mochila en los hombros.
En su habitación quedaron los discos, la alcancía llena de caracoles. (Ya no)
En el andén la familia. (Ahora los mira a través de la ventanilla)
Los mira quedar... quedar... cada vez más pequeños, más borrosos, ilegibles, irreconocibles,
Cada vez más imperceptibles. Lejanos. Idos.

Y Él(un él cualquiera, un él sin relevancia) está en la oficina de los martes. La misma que la de los lunes, miércoles, viernes, eneros y años.
Con su camisa almidonada y su pelo al ras y su billetera repleta de tickets canasta. Con sus prejuicios, preceptos, presunciones . Presiones. También certezas (no siempre tan ciertas, por cierto, pero esto él lo ignora. Si supiera).
Tipeando números en el computador. Ordenando papeles.
Burocratizando por ahí.

Ambos, que no se piensan ni se extrañan (Ni tampoco se despiden)
Quizás ni siquiera se conozcan (Probablemente no se conozcan)
Y sin embargo, el abismo imaginario que separándolos fuera, ahora Es.
Palpable. Real.

Y mientras tanto, La Ciudad que se desdibuja.
Deslineándose, desalturizandose, desprotagonizándose.
Y que siéndose dejada atrás,
Desaparece.

miércoles, 7 de enero de 2009

Saudade.

Es lo que lo impulsa a idealizar todo aquello que deja atrás desde el preciso instante en que se enciende el motor y el colectivo comienza a devorar kilómetros a toda velocidad.

Son sus ojos llenos de lágrimas cada vez que algún amigo decide ir a visitarlo.

Y la razón por la que un simple kilo de yerba lo hace tanto más feliz que cualquier otro regalo que pudieran obsequiarle.

Es también el motivo por el que todas las noches, antes de ir a dormir, se queda tirado en la cama mirando viejos álbumes de fotografías, enseñándole a su pequeña garota los nombres de todos aquellos rostros desconocidos por ella, sus familiares.

Es lo que lo hace romper en llanto cuando finalmente, luego de siete años de distanciamiento, ve a su hermano cruzar el umbral de su casa, trayendo a cuestas el aroma a su ciudad, y aquel abrazo que tanto anda necesitando.



Es eso que esta ahí, siempre a la guardia, negándole el paso al olvido.



(También podría ser algo así como esta canción)
(O ésta)

jueves, 25 de diciembre de 2008

Pasajera en trance.

A mi querida Buenos Aires,

Finalmente veo concretado mi deseo de partir. Te escribo entonces estas breves líneas para despedirme. No es un adiós, claro está, (al menos no todavía), sino más bien un hasta luego.
Ya lo dijo Borges, no nos une el amor, sino el espanto. Y probablemente sea por eso que te quiero tanto. Porque, debo confesar, que si bien te maldigo y te reniego, te critico y reprocho repruebo repriendo, el lazo que nos une trasciende todo roce, toda enemistad. Y es que estamos supeditadas a un inquebrantable vínculo de orden superior, de desconocidos orígenes metafísicos, algo así como una relación fraternal conflictiva pasional.
Me voy por pocos días igual, no pretendas que te extrañe. Me voy para irme lléndome partir marchar, retirarme largándome huir llegar. Y después regresar. Volver. Porque cómo no volver. Siempre se vuelve.
Así que bueno, creo que no queda mucho más por decir. Si ya lo sabés todo. Me despido entonces con un hasta luego, hasta pronto, hasta ya casi mañana, hasta dentro de poco ayer.

P.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Son las dos de la mañana y no puedo dormir. No quiero dormir. Sigo repasando en mi cabeza una y otra vez el día de hoy. Sigo ahí, en la esquina del botánico, esperando el colectivo. Y la lluvia me moja y no me doy cuenta. Y tengo frío. Una vez a bordo, sentada en el fondo, mirando a través del vidrio empañado, todo aquel mundo cotidiano se me hace extraño. Veo a la gente caminar por la calle, y esa gente camina y no sabe que vos no estás. Y todo sigue. Y eso me desespera. Todo sigue como si nada, y vos no estás. Y la sala de espera, y el silencio. Los abrazos, las miradas, el no decir nada y entender todo. El querer buscar una palabra para consolarlas, y no encontrarla. Quedarme callada. Y después irme. Salir corriendo. Inés esperándome con un mate. Mientras tanto más mensajes, más llamadas. Más reencuentros, y esos abrazos que duelen. Y yo que no quiero llorar, no debo llorar, no me corresponde llorar... Pero sin embargo, ese abrazo, ese abrazo del que trato de escapar y no puedo. Quiero soltarme y me agarra más fuerte. Y se me escapan las lágrimas. Tiemblo. Y llega la noche. Y ahí estamos todos. Y vos también, de alguna manera. Subo las escaleras, me quedo en la puerta. No me animo a entrar. Me quedo parada, quieta, callada. El aire me pesa y las piernas que se me aflojan. Salgo a tomar aire y vuelvo a entrar. Esta vez me acerco un poco más. Pero me hace mal. Retuerzo mis manos, me sueno los dedos, me muerdo las uñas hasta que no quedan rastros del esmalte. Me estiro el saco. Tengo calor, tengo frío, tengo ganas de gritar y salir corriendo. Pero no lo hago.La multitud que se agrupa más allá, y no tengo ganas de saber que hay más allá. Y así sigo, entrando y saliendo, aproximándome de a poco. Finalmente me quedo ahí, inmovil. Está bien, ya no puedo acercarme más. No es necesario. Sin pronunciar palabra te digo adiós. Y me voy. Pensando en vos, y en los que quedan. En lo que se viene. En lo que fue y en lo que ya no va a ser. En mañana...

martes, 16 de diciembre de 2008

" Pez, te amo y te respeto demasiado, pero antes de que termine el día voy a matarte."


Y yo que pensaba que estabas enojada conmigo. Después me llamaste y me dijiste que querías salir a pasear. Que tu atuendo pedía a gritos ir a caminar por Corrientes. El vestido de tu abuela, las uñas pintadas de rojo, el rouge y las ganas de sentirte bien con vos misma. Yo también andaba con ganas de sentirme bien conmigo misma, además no sé por qué me aliviaba el saber que no estabas enojada, así que bueno, quedamos en encontrarnos a las seis menos cuarto en la esquina de Rodriguez Peña. A eso de las seis ya estaba llamándote para avisarte que iba a llegar tarde porque me había tomado el bondi equivocado. Por suerte vos habías confiado en que iban a funcionar los subtes, ingenua. Así que terminé llegando yo primero. Fue cuestión de encontrarnos y empezar a caminar por el centro, sin un rumbo fijo. Fuimos todo por Santa Fe, cruzamos la Nueve de Julio, seguimos por Suipacha, pasamos el Tita Merello y qué bueno estaría ir a ver la última de Favio. Bajamos por Córdoba, llegamos a Alem, Plaza de Mayo, Paseo Colón, Estados Unidos, para finalmente desembocar en Defensa. Sin querer queriendo nos encontramos deambulando por el corazón de San Telmo. Otra vez. Buscamos un escalón cómodo, y nos dedicamos a mirar pasar turistas, mientras tomábamos mate con galletitas. También hablamos hasta sacarnos las ganas. Vos algo arrepentida de lo que hiciste, yo bastante más arrepentida por lo que no hice. En definitiva estabamos en la misma. Al final aquel mensaje frío de la noche anterior era un intento por disimular tu angustia, tu tristeza. Y yo como una infeliz asumiendo que te había aburrido o algo por el estilo. Porque yo estaba también con mi propio mambo, repasando mentalmente una y otra vez los detalles de aquel viernes, maldiciendo por dentro mi falta de iniciativa. En realidad no iniciativa precisamente, sino lo que le seguiría a la iniciativa. Creo que la iniciativa estuvo, al fin y al cabo. En fin, supongo que si lees esto probablemente entiendas a lo que me refiero. Me cagué. Y sí. Soy una cagona con todas las letras. Igual la pasé bien. Vos, pared de por medio, sí lograste lo que querías, para luego darte cuenta que quizas no era eso. La pasamos bien, y sin embargo, el vacío. La inconformidad. El recordar esa búsqueda interior olvidada, y darse cuenta de que aún seguíamos en el punto de partida. Y tan lejos...

Y así, entre quejas y risas y algo de filosofía barata fue que nos sorprendió la noche, en la terraza de un bar, con empanadas y cerveza. Después volvimos para la plaza ahora vestida de fiesta, sembrada de bombillas de colores, azules rojas y amarillas, cual canción de Serrat. Los artesanos habían levantado sus lonas hace rato ya, y ahora tomaban vino a los pies de algún arbol. Al mismo tiempo, habían ido delimitándose los márgenes de una improvisada pista de baile. Así que de un momento a otro se largó la milonga nomás. Un par de tangos, chacarera simple, doble, zamba y carnavalito. Vos fumabas con parsimonia y yo aplaudía con un entusiasmo que rozaba lo infantil. Quería bailar. Y bailé, me di el gusto. El último tema, un merengue sabrosón. Con el típico prototipo de macho semental latino. Pero un poco más panzón. Luego la banda se despidió, se apagaron las luces y cada uno fue emprendiendo viaje. Nosotras bajamos la cuesta, y nos pusimos a esperar que pasara algún 64 ahí en la esquina de Paseo Colón y Cochabamba. Un domingo a la una de la mañana y yo pensando por qué mierda te hice caso y me puse un vestido blanco, con lo que odio arreglarme y ahora nos deberían estar fichando a tres kilómetros de distancia, seguramente. Pero no, ni los temibles cacos se dignaban a pasar por esa esquina de mala muerte a esas horas.

Y bueno, finalmente, después de un rato bastante largo, llegó. Dos de un peso y atrincherarnos en los asientos de atrás de todo. Viajamos en silencio. Satisfechas. Habíamos vencido a eso que ambas sabemos qué es, y que pudimos ponerle nombre y apellido.

domingo, 14 de diciembre de 2008

se fue al baño y se fumó, y empezó a sonar la orquesta.....

martes, 9 de diciembre de 2008

Del mal de Kafka, o acerca de ciertas relaciones filiales conflictivas

Ella dice que con Él no se puede hablar.

Él dice que con Ella no se puede hablar.


Y entonces no se hablan.


Él se va a tomar un café con Ella.(Otra Ella).


Ella aprovecha para usarle el mate, manotearle un disco de Adriana Varela de la repisa, y abrir el cajón.


Abrir el cajón para ver si todavía sigue teniendo aquel cuaderno.


Y ahí está.


Ahora en vez de dos son tres las hojas escritas.


La última fechada el 7 de julio.


Donde dice, dice..


Dice que está angustiado. Que Ella lo lastimó sin darse cuenta. Que Ella le dice que con Él no se puede hablar. Y que Él opina lo mismo de Ella. Y que es cierto. Y le da pena. Pero que la quiere mucho.

domingo, 7 de diciembre de 2008

El Karma de vivir en Capital

Cuando uno nació acá, y vivió acá toda su vida, uno "es de acá". Y sí. Obviamente. Entonces las probabilidades de cruzarse con gente de "allá" aumentan. Sobre todo teniendo en cuenta que uno vive en una ciudad tan, tan cosmopolita. O como se diga. Y eso está bueno. Ahora bien, el tema es que cuando uno es de "allá", y está "acá", siempre tiene algún lugar a donde volver.Pero cuando uno es de acá, y todos se van a sus "allás", a otros "acás", a dónde va?


Mientras tanto, en el eje de las simultaneidades..


Son las 2 de la tarde de un domingo diciembrero.


El venezolá está a la deriva en algún punto entre Trujillo y Asunción, camino a rescatar su moto secuestrada hace ya varios meses. Puteando en léxico venezolano a los paraguayos que le quieren cobrar una multa más cara que la moto misma, "para quedársela", dice. pero él no les va a dar el gusto. No señor. Así que vende silbatos en las ferias mientras junta plata para el pasaje. Tranquilo pana, dice.


Cecilia camina por la rambla Marplatense, otra vez en casa. Decidida a empezar de nuevo, de cero. Hace tres años se fue puteando a Mar del Plata, ahora vuelve a redescubrir ese lado de su ciudad que no conoce pero está convencida que existe.


En un pueblo perdido de la provincia de Buenos Aires, ciudad balnearia del molino quemado, Juan dibuja a la sombra de un arbol. Tiene un cuaderno que lleva a todas partes, donde vuelca al papel sus poemas, pensamientos, inquietudes, visiones.. le gusta dárselo a sus amigos, conocidos, para que también hagan lo que les parezca en él. Y así lleva un pedacito de todos en su mochila..


Daniela recorre las calles de Frankfurt, sudaca en en el primer mundo.. Es de esas personas que dejó su "acá" en Colombia, para seguir a su amor alemán hasta su lejano" allá" en el viejo continente. Está feliz.


Jorge se limpia la boca con una servilleta que abolla y deja sobre la bandeja plástica. Va al baño, se mira al espejo, se ajusta la corbata. Hace tiempo que dejó de dedicarse a las artesanías. Ahora es un "administrativo", las cosas están mejorando. Empleo nuevo, pareja nueva, hija nueva, país nuevo. Cambió las empanadas por feijao y el mate por guaraná. Ya casi consiguió dejar atrás por completo todos aquellos recuerdos en la vieja cantina de Angel Gallardo. Los domingos de ravioles y el pinguino. Casi.

sábado, 6 de diciembre de 2008




Bueno, era uno de esos días en los que la ciudad comenzaba ya a darme claustrofobia. Así que hice lo que cualquier civilizaciónfóbico hubiera hecho en mi lugar: me tomé el 93 a Retiro, me subí a un tren y me fui lejos lejos. En realidad no tan lejos, ya que el tren llegaba hasta Villa Ballester. Pero me subí a otro, y seguí, hasta Campana. Me hubiera gustado llegar a Zárate, pero no me había despertado lo suficientemente temprano, y tampoco quería perder todo el día viajando. Y bueno, así fue como sin querer queriendo, involuntaria pero voluntariamente al mismo tiempo llegué al lugar tuyo de vos en el cual no estabas y al mismo tiempo del cual venías y sin embargo con el que pude yo mirarte nuevamente, sin mirarte a la cara, claro está, y comprender algo más de vos, si, tarde quizás pero comprender al fin y al cabo, o quizás no.. recorrer las calles de tu lugar a la hora de la siesta, respirar y contagiarme de esa quietud y esa tranquilidad y esos rayos de sol que se filtraban por las copas de los árboles, acariciando las veredas corroídas por el tiempo..


De todos modos sigo pensando que sos un infeliz,


pero me gusta tu lugar




jueves, 24 de julio de 2008

capítulo primero.(con exctractos faltantes, otros sobrantes, errores y demas), mejor dicho, boceto de capítulo primero.




Es un hombre regresando a su guarida en una noche de niebla. Las solapas del sobretodo gris levantadas, la gabardina rozando sus mejillas rosadas por el frío. Las manos buscando vanamente resguardo en los bolsillos, el cuello contraído para retener el calido y húmedo aliento entre sus labios y la bufanda. Un andar enérgico, siempre respetando el compás. El ruido seco de los mocasines impactando una y otra vez contra el adoquín, dejando a su paso un sin fin de ecos que se propagan multiplicándose e infiltrándose en los diversos recovecos de los callejones de San Telmo.
De pronto su intuición le comunica mediante un telegrama sensorial que no está solo. Efectivamente, al aguzar sus sentidos advierte, distingue, el peligro acechando. Acelera el paso. (Más no en exceso, ya que debe transmitir seguridad, no miedo). Deja atrás el bulevar de Avenida Caseros. Una, dos, tres cuadras, y dobla en Defensa. Sus pisadas, el adoquín, a lo lejos el quejido del motor de una moto perdiéndose en la noche. Y a lo cerca, la inminente presencia. El aliento en la nuca. No se da vuelta. El viento le silba al oído. Los mocasines compitiendo en carrera. El ineludible choque. Gira sobre sus talones. Durante una fracción de segundo: el horror en sus ojos. Luego la resignación. Lo ha alcanzado.



Una vez más, Luís y su nostalgia entran en “La Resistencia”, y elijen un lugar junto a la ventana, que la noche es joven y aun les queda un arduo trabajo por delante..
Una mesera voluptuosa, bandeja en mano y chicle en boca redistribuye la mugre de la mesa con un trapo más sucio que la suciedad misma, mientras le pregunta con fingida amabilidad qué desea ordenar. A pesar de las espesas columnas de humo puede él distinguir el paso del tiempo en su rostro, las huellas de los excesos o de la vida misma, persistentes a pesar del inútil intento por disimulárselas con varias capas de maquillaje de fantasía.
A los cinco minutos vuelve con una rubia (de litro), y una picadita. Luís se dedica a dibujar el rostro de Celia, su Celia, con maníes y palitos. (En realidad es la nostalgia quien guía su mano, es bien sabido que Luís careció desde temprana edad de toda aptitud artística).
Mientras el rostro de Celia muta en extrañas formas a medida que los maníes y palitos recorren su irremediable destino hacia la boca de Luis, él piensa que cuando el momento se vuelve vacío, y se prolonga en el tiempo hasta parecer la eternidad que no tiene fin ni principio, la angustia le invade el alma y se contenta con tan poco que no vale el intento de despertar sin consuelo. Quedan ya pocos maníes para imaginar a Celia.





jueves, 10 de julio de 2008

en un papelito olvidado dentro de un boletin de calificaciones del 73..


Estimada cerda,

No anda el teléfono. Bueno, nunca anduvo, si no que no
funciona. De ahì el motivo de esta carta. Antes que nada,
mañana te paso a buscar a las 7:10.

He de decirte que estoy semimuerto asi que me vas a tener
que hacer respiración boca a boca(si no querés me lo puede
hacer otra).

Gorda, ya faltan dos semanas. Y no te compraste los pepes.


No puedo escribirte más pues se cumplen los 3 minutos.


En fin así es la vida.




L.

martes, 8 de julio de 2008

de lo que quedó después de que el viento se llevara lo que..


(Yo con mi bolso de caracoles y espejitos, los girasoles en una mano y el juguete rabioso en la otra. Vos con tus rastas y trenzas de colores, un metro ochenta de sonrisas, en los hombros la mochila donde llevabas cuidadosamente doblada tu vida entera. Ibas interrumpiéndote continuamente, entre anécdotas de tus viajes y versos de canciones que te venían a la mente. A mí me encantaba escucharte, riéndome por dentro de la mirada perpleja de la gente de traje, que nos estudiaba sin disimular, preguntandose de donde diablos habrían salido semejantes especímenes. . )


Voy desandando las calles del microcentro, pensándote, en un intento por reconciliarme con tu recuerdo. Y sin embargo, qué rabia me da no poder mirar el obelisco sin llorar. De vez en cuando busco esa vieja caja de zapatos en el fondo del placard, mi pequeño tesoro, y me pierdo en un mar de nostalgias, entre recortes de diario, mapas y viejas fotografías. Los girasoles no se marchitan, los pinceles permanecen inmaculados en el sobre de papel madera. El bastidor en blanco aguarda en un rincon de mi habitación a que cumpla mi promesa de retratarte. Y no me animo.¿Cómo se dibuja la ausencia? Creo que nunca llegué a comprender del todo, el por qué esa constante necesidad de dejar atrás. Sin embargo no te reproché nada, cómo hacerlo, si era evidente que yo no podía darte lo que vos buscabas, o, al menos, lo que realmente merecías. Sabía que si te hubiera pedido que te quedaras, lo habrías hecho. O al menos intentado. Pero no lo hice. Callé. Esperé silenciosamente a que pagaras la cuenta, con la mirada fija en el mantel. Caminamos por una Lavalle desolada, fría..

Nos dimos el último abrazo en la estación.

Fue mucho después, leyendo unas palabras de Julio, que llegué a darme cuenta cuánto habías significado para mí (Y probablemente nunca llegues a saberlo):


"Por ahi un papelito que solamente dice:siempre fuiste mi espejo. Quiero decir que para verme tenia que mirarte."




lunes, 7 de julio de 2008

notas mentales aspiraciones utopicas viajando en colectivo


1.dejar la oficina
2.volver a los dibujos, la guitarra, los malabares, los textos, la lectura, la musica, el teatro y demas cosas que fui abandonando por falta de tiempo.
3.comenzar microemprendimiento de indumentaria
4.ahorrar
5.recibirme de fotógrafa
6.irme de viaje por america del sur y centroamerica sacando fotos
7.dedicarme al fotoreportaje, fotografia en el ambito politico y social
(a continuarse..)
"Hemos de tratar de ser felices, aunque sólo sea por poner el ejemplo." Jacques Prévert

miércoles, 2 de julio de 2008

humilde homenaje a jacques prevert-.

Pero señooores!

Uno debe tener harto cuidado, señores.

Porque el peligro puede encontrarse mas cerca de lo que usted se imagina..

Dentro de su propia casa!

Y de nada sirve, señoores, ponerse un casco, trabar la puerta.

Porque el peligro, señores, se encuentra aun más cerca de lo que usted cree.

Así es señores, el peligro está en SU PROPIA MENTE.

Por eso uno JAMAS debe bajar la guardia.

Porque en el momento menos pensado, mientras usted se encuentre dibujando, leyendo un libro, mascando chicle o sencillamente mirando al infinito(techo conventilador de por medio)

puede ocurrir

¿Que cosa?

Que se abra esa puerta.

Que se rompa esa represa, ese dique que hasta el dia de la fecha supo contener y salvaguardar sus mas profundos pensamientos.

Y de pronto usted se encuentre inmerso en ellos, flotando a la deriva.

Y quizas, entonces, usted se de cuenta, por ejemplo, de que a usted le agrada alguien.

Si señor, a usted, tipica persona frivola promedio del siglo veintiuno.

Sin embargo, usted no hará nada al respecto..

¿Por qué?

Porque, como bien dijo un sabio, o un pobre diablo quizás, no se puede vivir del amor.

Además, la soledad y usted se llevan bien,¿Por qué arruinar tan preciada amistad?

De modo que usted abrirá ese pequeño cofre oculto en la repisa más alta de su habitación,

tomará entre sus dedos la llave que guarda, y muy suavemente cerrará aquella caja de pandora que por un momento hizo tambalear su tan preciado mundo de rutina y estabilidad.

Se pondrá su saco de los dìas abrigados,

se enroscará su bufanda,

y se perderá en la noche.

domingo, 29 de junio de 2008

el qui de la cuestion


La verdad es que una de mis mayores dificultades a la hora de escribir siempre fue por donde comenzar. Las introducciones se me presentan como uno de los mayores obstaculos a sortear, llegando varias veces a abandonar ideas por mi imposibilidad de transformar en palabras tanto pensamiento que da vueltas por mi cabeza. En cuanto a las fuerzas que me incitan a seguir intentándolo, no creo poder dar mucha explicación al respecto. Sin embargo, podría citar unas líneas de un cuaderno que encontré escondido una tarde de domingo en un cajón del escritorio de mi viejo. Luego de un párrafo introductorio de lo que podría haber llegado a ser un hermoso libro: "para que en algun momento, yo me conozca un poco mas, o por lo menos entender al que en alguna oportunidad fui." Demás esta decir que sólo llegó a escribir otra media carilla luego de esa, el resto hasta el día de la fecha permanece en blanco. Espero que este pequeño y simpaticon espacio no tenga el mismo final, y me ayude a reanimar un poco al principito que habita dentro de mi, y que ultimamente se encuentra en el sector de cuidados intensivos por sobredosis de ciudad, etc etc